Temblando y con lágrimas
en los ojos me desperté .
¡Qué horrible pesadilla!
Soñaba que el destino te
arrebataba de mi lado.
¡Cuanta sería mi angustia
y dolor, que ni el sueño
pudo soportar tanta aflicción!.
Te contemplo, sigues
apaciblemente dormida.
Hacia arriba miro y doy mil
gracias sin saber a quien.
Tan profundo es mi querer,
que ni en la fantasías de mis
sueños yo te quiero perder.
jueves, 6 de mayo de 2010
LENTAMENTE
Desde el vértigo de los cincuenta y cinco años,
deslizo una mirada nostálgica hacia la planicie
de mi adolescencia.
Repleto de ilusiones, forjado en las tareas y
hambriento en el saber transcurría lenta muy
lentamente el tiempo para ser mayor.
Pasos hacia delante, hacia atrás y a veces no
sabes para donde.
Era el caminar inseguro y vacilante por las
sendas de la vida cuando los años se cuentan
con los dedos de las manos y algunos más.
Escasas las tareas que atender y abundante
el tiempo libre, nuestra mente burbujeaba
fantasías delirantes con sólo mirar a una chica,
y nuestro corazón se aceleraba cuando el
espejo descubría por fin... Algunos vellos en
la cara.
Todo nuestro mundo consistía en: una plaza,
cuatro calles y unos amigos para jugar.
Sonrío desde mi atalaya. Lo veo correr y jugar
a las bolas. También enfadarse, y reprimidos
lloros cuando algunas cosas que ve, todavía no
las puede comprender.
Transcurrieron inexorablemente primaveras
y veranos.
Crecieron las tareas a la vez que su cuerpo.
Tempranamente, el sabor agridulce del trabajo
le recordó el significado de la palabra “necesidad”.
En su espalda empezó a acumularse el peso de
la sensatez. La mente se debatía entre la
preocupación y la diversión.
Ya los años no se podían contar con los dedos de
las manos. ¡Por fin... Era mayor!
deslizo una mirada nostálgica hacia la planicie
de mi adolescencia.
Repleto de ilusiones, forjado en las tareas y
hambriento en el saber transcurría lenta muy
lentamente el tiempo para ser mayor.
Pasos hacia delante, hacia atrás y a veces no
sabes para donde.
Era el caminar inseguro y vacilante por las
sendas de la vida cuando los años se cuentan
con los dedos de las manos y algunos más.
Escasas las tareas que atender y abundante
el tiempo libre, nuestra mente burbujeaba
fantasías delirantes con sólo mirar a una chica,
y nuestro corazón se aceleraba cuando el
espejo descubría por fin... Algunos vellos en
la cara.
Todo nuestro mundo consistía en: una plaza,
cuatro calles y unos amigos para jugar.
Sonrío desde mi atalaya. Lo veo correr y jugar
a las bolas. También enfadarse, y reprimidos
lloros cuando algunas cosas que ve, todavía no
las puede comprender.
Transcurrieron inexorablemente primaveras
y veranos.
Crecieron las tareas a la vez que su cuerpo.
Tempranamente, el sabor agridulce del trabajo
le recordó el significado de la palabra “necesidad”.
En su espalda empezó a acumularse el peso de
la sensatez. La mente se debatía entre la
preocupación y la diversión.
Ya los años no se podían contar con los dedos de
las manos. ¡Por fin... Era mayor!
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