miércoles, 28 de noviembre de 2012

DIONISIO, "¿EL LOCO?"

Te lo puedes creer, Juan apuntilló Luís mientras le señalaba con el dedo el sendero que se desvanecía al adentrarse en la espesura del bosque, esta historia me la contó mi padre, que a su vez se la contó el suyo y, así, durante varias generaciones ha permanecido viva en nuestra familia. Te digo más, hasta hace unos pocos años se guardaba, como si fuera una reliquia, un trozo del botijo de mi antepasado con una inscripción asombrosa que demostraba que no estaba tan loco. Lástima que, por un pequeño incendio en la casa, quedara hecho añicos. Como te decía, Juan. La odisea de mi tatarabuelo Dionisio, al que le cambió la vida y desde entonces nunca fue el mismo, comenzó un atardecer de mediados de junio cuando apenas los últimos rayos del sol penetraban en la densa arboleda. >>Regresaba a su casa tras una dura jornada de trabajo arando la tierra, por el sendero que atravesaba el bosque. A mitad del mismo, y hacia un lado en el que sobresalía un pequeño montículo formado por rocas, había una grieta por la que manaba un agua transparente y fresca. Él aprovechaba para refrescarse y llenar el botijo que portaba. Aquel día le ocurrió algo increíble: al acercarse a la fuente escuchó un murmullo, como una especie de conversación; extrañado, por ser un camino solitario y poco frecuentado, le invadió cierto temor. Se ocultó detrás de un gran alcornoque y afinó su vista. Se tuvo que restregar los ojos para asegurarse que no era una alucinación. Lo que vio le dejó la sangre helada y un temblor irrefrenable sacudió su cuerpo. Allí, junto a la pequeña balsa que formaba el continuo fluir de la fuente, un grupo numeroso y variado de animales que vivían en aquel bosque y, que rodeaban al que parecía ser el que hablaba, un enorme jabalí de colmillos largos y afilados que Dionisio entendió que les dijo: “no descuidar la vigilancia nocturna, un temible oso pardo ha invadido nuestro bosque”. ¿Desde cuando un animal habla? se repetíó incrédulo. ¿Será que tengo el don de entenderlo y no me he dado cuenta hasta ahora? >>Sus dudas metafísicas pronto dejaron paso a un pánico aterrador cuando escuchó decir al gran jabalí: “¡Cuidado, huelo a humano!” Dionisio tiró el botijo, y salió corriendo a toda la velocidad que le permitían sus piernas. Llegó jadeante a su casa, y con la cara desencajaba contó lo sucedido. Ocurrió lo previsible: en el pueblo sus vecinos se lo tomaron a guasa, y le dijeron que si lo que se llevaba al trabajo en el botijo era agua, o, vino. Desde entonces a mi tatarabuelo lo apodaron Dionisio,”el loco”. >>>Él acudía frecuentemente a la fuente del bosque, haciéndose acompañar por vecinos, en un intento de restituir su buen nombre pero, era inútil, siempre estaba desierta. Lo único que confirmaba que estuvo aquel día allí fueron los restos del botijo que quedaron esparcidos por el suelo. Pero, Juan, lo extraordinario del caso continuó Luís, en tono enternecedor, es que mi antepasado, una de las veces que frecuentó el manantial, tropezó con el asa del botijo que sobresalía del suelo y, aparte de caerse, hizo un descubrimiento que nunca compartió con los vecinos del pueblo porque pensarían, “según dijo él”, que lo habría manipulado. En la parte inferior del asa, que era el trozo más grande que quedaba, había una leyenda escrita a modo de advertencia, cuyos trazos parecían que los hubieran grabado con una afilada garra en la que decía: “¡Ésto es de un humano, huid!”.

viernes, 31 de agosto de 2012

LAMENTOS (Bolero)

Como duelen tus palabras que se clavan como dardos en mi alma. Dices, que ya no sientes aquella emoción cuando mis labios te besan con ardor; que la indiferencia a calado en tu corazón y la rutina se ha interpuesto entre los dos. Me dejaste sin mirarme a la cara y temblándote la voz cuando tu boca pronunciaba aquel último adiós. Desde aquel día la casa es un desierto y al entrar en nuestra alcoba no lo puedo evitar y es que la pena oprime mi garganta y llorando como un niño me abrazo a tu almohada porque yo... te sigo queriendo, te sigo queriendo. Quisiera alejarte de mi pensamiento pero llevo tu imagen tan adentro que tengo miedo de hacerlo y morirme de dolor. Desde aquel día la casa es un desierto y al entrar en nuestra alcoba no lo puedo evitar y es que la pena oprime mi garganta y llorando como un niño me abrazo a tu almohada porque yo... te sigo queriendo, te sigo queriendo

domingo, 22 de julio de 2012

EL BILLETE

José Ignacio recogió, a través de la diminuta ventanilla del banco, los cuatrocientos euros en billetes de cincuenta. Con ello, su “corralito” quedaba extenuado. Abandonó el banco ensimismado en sus pensamientos. “Si pagaba el alquiler, no le llegaría para pagar la luz. Y si pagaba la luz... También tenía pendiente el pago a la comunidad de vecinos...”. Tras poner un poco de orden en su cabeza, José Ignacio entró en el mercado municipal. En la tocinería hizo algunas compras y entregó para el pago uno de los billetes recién sacados del banco; uno al que le faltaba la esquinita de al lado del cuadrito azul superior. Luisa, la tocinera, tras comprobar su autenticidad, lo depositó en la caja registradora. Al final de la semana, Luisa cuadró las cuentas y comprobó muy satisfecha que el negocio iba viento en popa. Sorprendió a su marido e hijos diciéndoles: “Esta noche os invito a cenar en un restaurante”. Fue una velada plena de felicidad y de buen comer. Luisa solicitó la cuenta y pagó en efectivo. Entregó varios billetes. A uno de ellos, de cincuenta euros le faltaba la esquinita de al lado del cuadrito azul superior. Cuando el restaurante cerró sus puertas, don Julián, el dueño, pagó en efectivo el salario a los camareros de fin de semana. Carlos era el camarero más joven y el que cobró primero. Cuatro billetes de veinte euros y uno de cincuenta, al que le faltaba una esquinita, fue su sueldo. Carlos, al llegar a su casa, entregó a su madre, como participe en los gastos de la casa, el billete de cincuenta euros. Al otro día, la madre, fue a comprar algunos utensilios para la cocina en una tienda de precios económicos. Pagó con un billete de cincuenta euros. El encargado de cobrar miraba una y otra vez aquel billete al que le faltaba la esquinita de al lado del cuadrito azul superior. Al final lo aceptó. A la familia Chen-Ly, que era la que regentaba aquel negocio de todo a cien, le esperaba una desagradable sorpresa. Poco antes de finalizar su jornada, con las puertas a medio cerrar, se presentaron en su tienda los componentes de una mafia china que, a punta de pistola, le exigieron un “donativo” como pago por proteger su negocio de los ladrones. Los mafiosos, una vez terminado el recorrido chantajista, regresaron al piso donde residían y entregaron la recaudación al capo. Éste abrió la bolsa y sacó un puñado de billetes. De entre los que extrajo, llamó poderosamente su atención un billete de cincuenta euros, uno al que le faltaba la esquinita de al lado del cuadrito azul superior. Pensando el mafioso que podría ser un billete marcado por la policía, lo cogió delicadamente e hizo un avioncito con él, y a continuación lo lanzó por la ventana. El avioncito voló y voló hasta aterrizar suavemente a los pies de un indigente que, acurrucado entre cartones y con sus manos al calor de un fuego, intentaba protegerse del intenso frío. El mendigo, tras mirarlo durante unos segundos intentando averiguar que era aquel objeto volador, recogió del suelo el avioncito por un ala, miró a ambos lados del lugar para descubrir al autor de la broma y lo tiró al fuego maldiciendo entre dientes “¡Para jueguesitos estoy yo!”